1) ¿CRISIS DE VALORES?

De ser así, ¿de todos los valores o sólo de algunos? Si es de algunos, ¿cuáles? ¿Será porque todos tenemos los mismos valores y éstos no son los adecuados para desarrollarnos? ¿Será porque todos los tenemos distintos? ¿Será porque algunos tenemos valores y otros no?

Es de relevancia para este análisis la lectura de la obra “Encuesta de cultura constitucional. Argentina: Una sociedad Anómica”, que puede ser bajado libremente desde el sitio “http://www.idea.int/publications/ausa/index.cfm”, perteneciente a IDEA (Institute for Democracy and Electoral Assistance), en cuyo contenido está volcado el trabajo desarrollado por Antonio María Hernández, Daniel Zovatto y Manuel Mora y Araujo, basados en un trabajo similar desarrollado para México por la Universidad Autónoma de México.

No sería posible de mi parte desarrollar aquí de manera más o menos inteligente lo expuesto allí, ni me acercaría en forma cabal a dar una interpretación reducida de lo que en dicho trabajo se ha revelado con muchos mejores argumentos, conocimientos y dedicación de los que yo pudiera tener u obtener, dando por cierto lo expuesto por Carlos S. Nino respecto a que somos un país al margen de la ley, tomando también como verdaderas las conclusiones que la obra “Encuesta de cultura constitucional. Argentina…” señala en relación a que tenemos un “…bajo grado de conocimiento de nuestra Constitución junto a un alto nivel de irrespeto por la legalidad. El 86% de la población entrevistada considera que la Argentina vive la mayor parte del tiempo al margen de la ley. Particularmente grave es el hecho de que los políticos en primer lugar (con 74%), seguidos de los policías (56%), los funcionarios públicos (49%) y los jueces (41%), sean percibidos como los mayores y principales violadores de la ley. Otra mala noticia es que para el 88% de los entrevistados, los argentinos son desobedientes y transgresores –aunque la mayoría no se ubica a sí mismo en esa categoría-”.

Según dicho trabajo, somos “…una sociedad que conoce y cumple poco su Constitución, que se autocalifica mayoritariamente como transgresora, que en lugar de asumir como propia la responsabilidad de este incumplimiento prefiere transferirla a los “otros”; en la que el 41% opina que hay momentos en que es necesario desobedecer la ley, el 38% sostiene que si piensa que tiene razón está dispuesto a ir en contra de lo que manda la ley, y el 23% que no está dispuesto a obedecer una decisión que no le gusta, aunque ésta haya sido adoptada por la mayoría.

Existe, asimismo, una demanda de igualdad, tema no menor, ya que de su satisfacción depende en gran medida la credibilidad en las instituciones”.

He aquí cuatro (4) valores que poseemos: a) irrespetuosos por la legalidad, b) desobedientes, c) transgresores, d) demandantes de igualdad.

Pero, además, tal como se dice también en ese trabajo: “Hay que tener la franqueza y el valor para asumir este diagnóstico y admitir que, tal como surge de la encuesta, los argentinos somos violadores consuetudinarios de las normas vigentes, rápidos y competentes en descubrir cómo violarlas y cómo eludir las sanciones. No pagamos impuestos como deberíamos, no observamos las reglas de tránsito, estamos preparados para ofrecer una coima en cualquier momento, buscamos exenciones de todo tipo, tenemos un sentido de comunidad muy débil, etcétera. A partir de ahí, el abanico de comportamientos anómicos o ilegales en la sociedad argentina es asombrosamente vasto”.

Admiramos un gol hecho con la mano, el Congreso aplaude y celebra la declaración de default, tenemos escasa seguridad jurídica, es extremadamente peligroso conducir por nuestras calles y rutas, las que asimismo se llenan de gente que protesta sin respetar a los demás, padecemos escándalos recurrentes de corrupción y altos niveles de impunidad.

Admitamos que esos hechos son manifestaciones de una pauta recurrente, una anomia “boba”, al decir de Nino, que explica por qué somos una de las sociedades con más bajo desempeño en el concierto de las naciones.

En suma, la anomia que nos aqueja no es sólo antidemocrática sino, además, una de las causas principales de nuestro subdesarrollo

Creemos que el valor legalidad es fundamental, pero no respetamos la ley. Los que menos estudio tienen creen más necesario inculcar los valores de obediencia y respeto a la autoridad en los niños (89%) en relación a aquellos con estudios terciarios completos y más, que le asignan una importancia relativa menor (74%), además, a menor nivel socioeconómico, mayor conciencia se tiene de la importancia de inculcar esos valores en la niñez, estando un 13% en desacuerdo con la importancia de esta transmisión de valores, ubicándose dentro de este rango los sectores más jóvenes, de mayor escolaridad y de mejor posición socioeconómica, quienes ostentan los mayores índices de desacuerdo con estos valores.

Nos preocupan la honestidad, la transparencia y la moralidad, pero los sectores con mayor preparación formal y con mayores recursos económicos son los que se manifiestan más en desacuerdo con la apreciación de que deshaciéndonos de las personas inmorales se resolverían los problemas sociales.

Para nosotros la familia debe ser la responsable principal de ejercer el control sobre la conducta de las personas (55%), muy por encima de la ley (29%) y el mismo gobierno (9%), por lo que le otorgamos un papel predominante al núcleo familiar en términos de control.

Entre quienes consideran que la ley debe poner los límites, se observa una diferencia considerable cuando se comparan las respuestas según el nivel educativo, debido a que la ley es más importante para las personas con mayor escolaridad (70%) que para aquellos que no terminaron los estudios secundarios (58%), y más importante para los de mayor nivel económico.

Estamos más predispuestos a ir en contra de la opinión de otros si creemos que tenemos la razón, ya que no nos limita la opinión de nuestros padres (69% de los encuestados), como tampoco influye sobre nosotros la opinión de la iglesia (64%), de nuestro cónyuge (72%) ni la de los compañeros o amigos (76%). Esto nos hace individualistas.

No percibimos el sentido de la responsabilidad social respecto a la identificación del ciudadano con los bienes y espacios públicos como patrimonio de todos, tampoco respetamos las reglas necesarias para una buena convivencia social, ni nos respetamos los unos a los otros. No tenemos un gran acuerdo sobre lo que está bien y lo que está mal. No hay sentido de unidad y responsabilidad.

Si bien una mayoría está en contra del control de la prensa por parte del gobierno (53%), un alto porcentaje (40%) está a favor, correspondiendo a esta última opinión personas con menores niveles de educación formal y bajo nivel socioeconómico, inclinándose las mujeres en forma mayoritaria en favor del control gubernamental sobre la prensa.

Si bien tenemos altos niveles de tolerancia y respeto a los derechos ciudadanos, aparecen como variables por las cuales perciben los ciudadanos que se da un mayor irrespeto a sus derechos, la situación económica personal (37%) y el nivel educativo (24%), siendo los sectores de menores ingresos y más bajos niveles de escolaridad los que sustentan principalmente esta percepción, apareciendo en tercer lugar y también apoyada en su mayoría por estos sectores, al lugar o barrio de residencia (19%). La edad es percibida como motivo de irrespeto de derechos por el 16% y el sexo por el 10%.

Coincidiendo con estos datos, el documento “Aportes para el desarrollo humano de la Argentina” de 2002, preparado por el Programa de las Naciones Unidad para el Desarrollo, señala que la percepción dominante entre los argentinos es que sus derechos son vulnerados especialmente por razones vinculadas a la condición económica y social.

Veamos ahora un capítulo muy importante para esta propuesta, como lo es el análisis de los valores confianza y solidaridad.

Según la “Encuesta…” a la que se hace referencia precedentemente, los argentinos tendemos a confiar mucho (60%) en nuestros grupos de referencia cercanos (lugar donde vivimos), pero muy poco en las instituciones y grupos sociales que actúan en la sociedad.

Con respecto al nivel de solidaridad, el 78% se manifiesta de acuerdo con la afirmación: “aquí donde vive… si uno tiene un problema siempre hay alguien dispuesto a ayudar”.

En ambos casos, confianza y solidaridad, los actores con más escolaridad y mejor situación económica son los que se manifiestan mayoritariamente a favor de esta tesis.

El análisis con base en el sexo muestra que las mujeres están de acuerdo, en mayor medida que los hombres, que ante los problemas hay siempre alguien disponible para ayudar.

Siete de cada diez encuestados manifestaron compartir valores con su comunidad y destacan la importancia de la identificación comunitaria como pilar de la identidad (69%), destacándose esta percepción entre los adultos en mayor medida que entre los jóvenes, y es sensiblemente más relevante en los sectores medios y de educación intermedia. Asimismo, cabe destacar que la importancia de pertenecer a la comunidad para construir la propia identidad es más relevante en las ciudades del interior del país.

La encuesta afirma que en Argentina las instituciones y actores políticos registran bajos niveles de confianza, destacando la poca credibilidad que tienen los partidos políticos y el Congreso.

La mayor confianza la despiertan las universidades públicas y maestros (71 y 72% de confianza sobre menciones de 7 y más, medido en una escala de 1 a 10). En un segundo grupo aparecen el presidente de la República y luego las organizaciones e instituciones que de alguna forma actúan de mediadores (ONG, medios de comunicación, el defensor del pueblo), que registraron índices entre 41 y 45% de confianza. En un tercer grupo, con valores que oscilan entre 20 y 38%, están los comerciantes, la Iglesia, los industriales, el ejército, la justicia en general y la justicia electoral.

Con valores de confianza entre 11 y 14% están instituciones como el Congreso, la policía, los sindicatos, la administración pública y la Corte Suprema de Justicia. Por último, con un nivel de confianza de 4% se sitúan, al final de la escala, los partidos políticos.

Según la “Encuesta…”, diversos estudios y analistas han señalado que los partidos políticos son percibidos como instituciones ajenas al bien común, cerradas a la sociedad, distantes e incapaces de comprender la realidad, y deshonestas (pág. 38).

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