HACIA OTRA REALIDAD

Tener la mente fría es indispensable, pero ¿cómo? Una opción sería dejarse llevar por los acontecimientos y no hacer nada más que ir para donde todos van. La otra opción, más complicada, difícil y comprometida, es la de ser partícipe de los cambios, constructor de la nueva forma de vida y disponer la realidad.

Esta última es la más útil, tanto para la sociedad en su conjunto como para cada uno de los integrantes de dicha sociedad, ya que la participación implica una cuota de sacrificio solidario y responsabilidad y, por ende, con los resultados obtenidos se eleva el espíritu comunitario e individual.

Si los denominados “dirigentes” no actúan conforme a los valores primigenios de honradez y buena voluntad, ¿cómo puede cada uno de los dirigidos encontrar un lugar de participación, un sistema a crear, una ayuda a brindar, un semejante a quien volcar su vocación solidaria, una entidad a crear, un ente, institución, club, asociación o cualquier otro tipo de ordenamiento colectivo detrás del cual encolumnarse, enlistarse, trabajar, producir, colaborar, aportar datos, ideas, soluciones o simplemente disfrutar?

Es evidente que nada está claro, nada tiene pies ni cabeza, todo está destruyéndose, todo está construyéndose. Todo está así porque nada tenemos, nada nos han dejado, nada hay.

A esta nueva generación le ha quedado la tarea de buscar en donde aparentemente no queda nada y encontrar, sacar, descubrir, crear y nutrir lo poco que se pueda encontrar, rescatar, descubrir, crear o nutrir.

La falta de imaginación trae aparejada la falta de acción. Si sobra soberbia y poder, sobreviene el aislamiento intelectual y degenera en inacción. No estoy contento, como muchos, de nuestra realidad. Ahora bien, si nos lamentamos entre nosotros o como se intenta hacer, nos lamentamos ante nuestros externos amigos y enemigos, peor aún, si les echamos la culpa de todo, simplemente vamos a lamentarnos y nada va a cambiar. Pongamos las cartas sobre la mesa y digámonos la verdad.

Elevémonos como seres y definamos una nueva Nación. Es tiempo de intentar realizar un verdadero cambio humano y no necesariamente materialista. No se trata sólo de cambiar las reglas del mundo material, sino de cambiar al hombre a través del cambio intelectual.

Nuestra realidad no resiste una crítica intelectual. Hay que cambiarla y para eso hacen falta ingenuos como yo. Ingenuos que no hagan caso a los que dicen que algunas ideas son utopías irrealizables. Si puedo pensar entonces debo pensar, si tengo utopías entonces debo concretarlas en realidad.

Esta propuesta está desarrollada con el claro propósito histórico de llevar al pueblo de nuestra Nación hacia una convergencia programática que sepulte para siempre sus antinomias, desencuentros y demás luchas intestinas, tan inútiles en sus fines como incoherentes en sus medios.

Espero que el presente trabajo no tenga una preinterpretación subjetiva o reduccionista, como así tampoco prejuiciosa, verificable en los resquemores que todos los ciudadanos de buena voluntad poseemos respecto de las distintas conducciones que hemos tenido y tenemos en nuestro país. Esto es poco productivo para un efectivo intercambio de ideas entre ciudadanos que potencialmente buscan una solución común para problemas estructurales de su convivencia civilizada.

Debemos reconocernos como un pueblo mediocre, mal informado, con miedos internos y externos y que en su realidad cotidiana sólo conoce superficialmente dónde y para qué está y casi no sabe para dónde va.

Así planteada en forma racional y suficientemente autocrítica la situación sociológica es que podremos buscar en forma realmente coherente nuestro camino de convergencia pacífica hacia un destino, no ya de grandeza, pero sí quizás de orden y estabilidad, necesarios para involucrarnos en los hechos que la historia le depare a nuestra compartida humanidad.

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