LA FE DEL HOMBRE

El hombre en tanto individuo posee dos formas básicas de fe, una irracional y otra racional las que, en definitiva conforman una sola.

La obtiene, en primer lugar, de sí mismo, del animal que expresa su esencia. Ha sido creado porque se cumplieron los hechos que así lo determinaron, cada uno de ellos y todos. Será mantenido con vida porque su creación se debió a lo mismo que lo llevará a ser, de lo contrario no habrá tenido sentido su creación. Si fue gestado es porque sucedieron hechos que determinaron que ello ocurriera y si así se hicieron entonces seguirán produciéndose esos mismos u otros hechos para mantenerlo con vida. A cada momento de su existencia le precede otro momento en el que se mantuvo con vida por obra de algo extrínseco. Es la fe del animal que se construye con su propia existencia previa. Es ingénita, inmanente, irracional, natural y propia.

Esta forma de fe pasa de una etapa irracional a la racional, manteniendo como fuente o justificación de sí misma a la existencia previa. Al momento de racionalizar los hechos el hombre se encuentra primero con su propia existencia, es conciente de sí mismo y luego de que está en un entorno, al que reconoce en segundo lugar. Si él existe y existen también las circunstancias que lo hacen existir, tendrá fe en que si se mantienen las mismas circunstancias seguro que su existencia se mantendrá también. Le queda entonces realizar aquellos actos que posibiliten mantener las circunstancias adecuadas para que ello ocurra.

Se trata, pues, de la retroalimentación de los hechos producto de la fe en la existencia previa.

Al momento de obtener la racionalización de su existencia el hombre adquiere, como ya dijimos, la noción de su entorno y en ese entorno encuentra otros seres, entre los que sobresale la mujer que le dio la posibilidad de existir. Adquiere entonces una posición de dependencia con ella y aparece una manifestación de fe hacia ese ser.

Ya ubicado como parte de un grupo, racionalizado y conocedor de su existencia previa, el hombre se encuentra con la posibilidad de manifestar su fe en el grupo que brindó las condiciones necesarias para que se concretaran los hechos que determinaron su existencia.

Luego, al transcurrir su relación con el grupo, obtendrá conocimientos de éste y de sí mismo como parte de aquél, ubicándose de la forma que mejor le parezca para preservar su existencia, lo que le llevará a manifestar fe en el desarrollo del grupo y reconocerá la necesidad de la organización para mantener las condiciones que hicieron posible la existencia del grupo y las suyas propias, encontrando aquí la fe en la organización grupal, de la que se desprende la idea de la existencia de líderes, quienes no necesariamente serán los dirigentes de la organización. Ambos sujetos, líderes y dirigentes, deberán contar con la fe de los individuos del grupo para tener la posibilidad de continuar como tales.

Estos son los estamentos elementales de la fe humana. Fe en su esencia, fe en las circunstancias que permitieron y permiten su esencia, fe en su madre, fe en el grupo al que pertenece su madre y en el desarrollo de éste y fe en la organización, los líderes y los dirigentes del grupo. A partir de ellos se originan las motivaciones y los hechos que determinan la creación, impulso y cambio de toda clase de fe que el hombre expresa.

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